(de: Composiciones para un barrido y un fregado)
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ALGO MÁS SOBRE LAS ROSAS
Sí,
como rosa
tranquila que “es” flor
de
más de un día
por
cierto que lo figura, y no cual escabeche de gladiolos superados
invade
la añoranza, activa los designios,
las
alacenas ahítan el recuerdo de lo cierto:
las
palabras atosigando la memoria
como si
aromaran chocolate engatusan la nostalgia.
No
que fuera, en ningún caso, nitrato empecinado
cosquillosas
llagas, indecisas emociones
a
pesar que sin ni tratos la vida no se arma,
salvo
cuando los puntos corredizos,
porque
esa sí “es” agitada, valedera,
como
orquídea solapada y chinchosa:
Esa
sí busca su canción o destino
su manera
trufada de emociones.
En
lontananza la niebla como silla dispuesta
y
calórica
quiere
cumplir con su deber
pero
está confundida: sufre de afasias,
dolores
de crecimiento, que no impiden
salten al
abordaje y-ahítas-se-des-ho-jen:
Ya
desnudas, asciendan al mito imperecedero
o con
frío, sucumban
en medio
ese polvillo batido ya aceitoso
nos atrapa
su sabor a paraíso.
También
existen la rosa común y
la
rosa corriente, esas permanencias del sentido
y la mosqueta,
aún significantes en las piaras
y las
no mentadas curiosidades del abolengo;
y
la
que jamás ha sido escrita o vislumbres en sueños
o paladees
arrobado su sabor primitivo
su sabor
civilizado, su sabor a pecado permisible.
Ah, y
la rosa real, aquí, abso-
lutamente
es-quiva,
tan
cierta como la muerte
hasta
que te pilla, y siempre calenturea
siempre
te hace chupete
siempre
triunfa como vicio irrechazable.
Sin
al vacío, reintegrar en otra forma
de lo
terrible o no atrapas
porque
re usas aceptar lo cierto,
inventas
todo tipo de espinas y coronas
aquietas
el miedo a lo terrible
rechazas
su herencia antigua y moderna.
Tan
domesticados que ya salvajemente escapan
a las
dichas: a los premios y castigos, a las penas
a los
absurdos rituales que promueven como dogmas
en los
cuentos:
Las
asustan.
Y se
echan a volar y ya no apaciguan ni con palabras.